Sucedió en su momento con el tabaco, la gasolina con plomo, el amianto, el azúcar, los refrescos y el cambio climático (entre otros): las industrias afectadas y/o científicos a sueldo de las mismas negando los efectos negativos de forma tajante y solemne. Con el paso del tiempo se impuso la verdad y ahora prácticamente nadie se atreve a negar los efectos gravemente perjudiciales de los ejemplos citados. Veremos si en un futuro próximo no sucede los mismo con los transgénicos y el glifosato…

Con los parabenes, la industria cosmética nos ha brindado uno de los ejemplos más jugosos de rápido cambio de estrategia e inteligente reconversión conceptual a fin de continuar forrándose a velocidad de crucero. De negar por activa y por pasiva (todavía lo sigue haciendo) los efectos negativos de los parabenes, a usar como recurso de márquetin, como logo publicitario, la ausencia de parabenes en sus productos, el ‘Paraben-free’. Pero, ¿Qué son los parabenes (o parabenos)? Los parabenes son unos bactericidas y fungicidas ampliamente usados como conservantes tanto en la industria cosmética como en la alimentaria. Los más comunes son metilparabeno (methylparaben, Número E E-218), etilparabeno (ethylparaben, E-214), propilparabeno (propylparaben, E-216) y butilparabeno (butylparaben). Se añaden a una baja concentración, por lo que lo más común es encontrarlos hacia el final en la lista de ingredientes de un cosmético.

Los parabenes son disruptores endocrinos. Su actividad estrogénica está ampliamente documentada; no nos vamos a extender en este aspecto, sino que vamos a dar unas pinceladas generales sobre algunos aspectos llamativos. Para una lectura detallada sobre los parabenes y la literatura científica que los rodea, recomendamos el excelente artículo de Nina Benito ‘Parabenos II ¿Por qué tanta polémica?’.

Los parabenos estimulan la proliferación de células mamarias con cáncer (MCF-7) estimulando específicamente el receptor estrogénico. Así lo va a demostrar un estudio en el 2002.

La doctora P. Darbre, de la Universidad de Reading, ha dirigido dos estudios de inquietantes conclusiones. El primero de ellos, publicado en 2002, detectó (sobre una muestra de 40 mastectomías de cáncer de pecho) la presencia de parabenes en el 99% de los tejidos de mujeres con cáncer de pecho. En el segundo, en 2004, demostró que los parabenes se acumulan intactos en el cuerpo a largo plazo, aunque la dosis utilizada haya sido baja, y los encontró en muestras de 20 tumores de mama.

En 2011, el gobierno danés decidió prohibir como medida de precaución, el uso de algunos parabenos (propil-, isopropil-, butil- e isobutilparabeno) en productos de cuidado personal para niños de hasta tres años, ya que estos pueden ser especialmente vulnerables a los efectos propios de las hormonas. En 2011 también, el Comité Científico de Seguridad de los Consumidores de la Unión Europea, pese a considerar a los parabenes generalmente seguros, decidió recomendar reducir el límite a una concentración máxima total de 1,9 g/kg de parabenos para las moléculas más grandes (propil-y butilparabeno). Por último, ese mismo año, en Francia se aprobó una propuesta para la prohibición de los parabenes.

Una investigación llevada a cabo en 2011 por doctores del California Pacific Medical Center, en San Francisco, descubrió como el methylparaben bloqueaba la acción de fármacos contra el cáncer de mama.

Un estudio publicado en 2015 en Environmental Science & Technology constataba como están haciendo su aparición en los órganos de animales marinos como delfines, osos polares y nutrias de mar. El methylparaben fue el componente principal hallado en los tejidos de estos animales.

Para finalizar, una conclusión positiva y una negativa. La positiva es que, aunque solo sea por una cuestión meramente publicitaria, la industria cosmética está dejando de lado cada vez en mayor medida el uso de estos conservantes (que hasta hace poco eran el segundo ingrediente con aparición más común en los cosméticos). La mala, que uno de los conservantes utilizados en mayor medida para sustituir a los parabenes, el phenoxyethanol es alergénico, irritante, neurotóxico e inmunotóxico. Pero eso ya es harina de otro artículo…